«Nosotros no os proponemos, señores, tal o cual sistema socialista. Lo que os pedimos es proclamar de nuevo ese gran principio de la Revolución francesa: que todo hombre debe disponer de los medios materiales y morales para desarrollar toda su humanidad». Para ello, continúa B., es necesario «organizar la sociedad de tal manera que todo individuo, hombre o mujer, al venir a la vida, encuentre los medios más o menos iguales para el desarrollo de sus distintas facultades y para el aprovechamiento de su trabajo». Aquí B. nos esboza ya el principio de la «igualdad de oportunidades»» - que él llamará «igualdad del punto de partida»-, teóricamente proclamado también por las democracias capitalistas de nuestro tiempo, pero desmentido por la estructura económico-social de carácter clasista y discriminativo que predomina en éstas.
M. B.
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