El feminismo es un
impertinente. Es muy fácil hacer la prueba. Basta con mencionarlo.
Se dice feminismo y cual palabra mágica, inmediatamente, nuestros
interlocutores tuercen el gesto, muestran desagrado, se ponen a la
defensiva o, directamente, comienza la refriega. Porque el feminismo
cuestiona el orden establecido, y el orden establecido está muy bien
establecido para quienes lo establecieron, es decir, para quienes se
benefician de él.
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